"El pulso del mar y la tierra: reflexiones desde Baja California Sur"
- Sebastián Del Mar
- 9 may
- 2 Min. de lectura
Mientras festejamos la llegada de chefs de renombre que posicionan a La Paz en el mapa gastronómico, nos preguntamos qué pasará con los pequeños negocios que sostienen la vida cotidiana de sus barrios.

Por Sebastián del Mar
Cada viernes me siento frente al mar, en una pequeña terraza de Todos Santos, y me pregunto: ¿qué significa realmente vivir aquí, en Baja California Sur?
Más allá de los titulares que nos atraviesan esta semana —la seguridad, el boom gastronómico, las amenazas ambientales, las innovaciones tecnológicas y el auge de los deportes acuáticos—, existe un hilo invisible que lo une todo: nuestra relación íntima y a veces frágil con este territorio.
Baja California Sur es un lugar de contrastes: es lujo y simplicidad, es paisaje prístino y desarrollo acelerado, es tradición y modernidad. Las notas de esta semana nos lo recuerdan: mientras celebramos a los estudiantes que diseñan drones marinos para cuidar los ecosistemas, vemos al mismo tiempo cómo los manglares de El Mogote se degradan bajo el peso de una urbanización voraz.
Mientras festejamos la llegada de chefs de renombre que posicionan a La Paz en el mapa gastronómico, nos preguntamos qué pasará con los pequeños negocios que sostienen la vida cotidiana de sus barrios.
Como habitantes —permanentes o temporales, locales o extranjeros—, tenemos la responsabilidad de mirar más allá de las modas y las cifras. Debemos preguntarnos: ¿qué tipo de Baja California Sur queremos construir juntos? ¿Cómo podemos ser turistas más responsables, inversionistas más conscientes, ciudadanos más activos?
El pacto estatal por la seguridad no solo es un compromiso del gobierno, es también un llamado a la corresponsabilidad: cuidar nuestras calles, nuestras playas, nuestros espacios comunes.
Hoy, mientras el sol se oculta detrás de las palmeras y el aire salino me llena los pulmones, recuerdo por qué escribo: porque creo en el poder de la conversación pública, porque creo que contar historias es también una forma de cuidar lo que amamos.
Nos leemos el próximo viernes, para seguir tomando el pulso del mar y la tierra.
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