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El viento también deja huellas

  • Foto del escritor: Sebastián Del Mar
    Sebastián Del Mar
  • hace 6 días
  • 2 Min. de lectura

Hoy me pregunté: ¿qué parte de mí ha cambiado por el viento?

Viento
Viento

Esta mañana desperté con el sonido del viento en la ventana. No era un viento fuerte, de esos que arrastran puertas o doblan palmas. Era un viento delgado, persistente, como un susurro largo. El tipo de viento que no se ve, pero que cambia todo.


Salí a caminar por los alrededores de El Mogote. La arena estaba cubierta de pequeñas huellas: aves, perros, niños, ramas secas. Pero lo más interesante eran las zonas limpias, pulidas como una página recién escrita. El viento había pasado por ahí, borrando todo. O quizás escribiendo algo nuevo.


En Baja California Sur, el viento no es sólo una condición meteorológica. Es parte de nuestra identidad. Da forma a las dunas, limpia los cielos, arrastra historias de un pueblo a otro. A veces parece que también despeina los pensamientos.

Una señora que vendía empanadas me dijo que el viento “se lleva lo malo”.


Yo asentí. Pero también pensé que el viento no hace distinciones: se lleva lo que está suelto. Lo que no está bien amarrado. Las hojas secas, sí, pero también los planes ligeros, las palabras que no dijimos, las promesas que no cumplimos.


Y sin embargo, algo deja. No se va sin dejar huella. Cambia la forma de las ramas, el orden de los objetos, la textura de la tarde.


Hoy me pregunté: ¿qué parte de mí ha cambiado por el viento?


Quizá eso es lo que venimos a hacer aquí: dejar que el viento nos mueva un poco. No para perdernos, sino para encontrar nuevas formas. Como las ramas que se doblan, pero no se quiebran.


Sebastián del Mar

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