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El rumor del agua que espera

  • Foto del escritor: Sebastián Del Mar
    Sebastián Del Mar
  • 6 jun
  • 2 Min. de lectura

El estero no solo hablaba, lloraba. Y como siempre, lo hacía bajito, con ese susurro que nadie quiere oír.

Sebastián Ilustra
Sebastián Ilustra

Hay días en los que Baja California Sur se repliega en sí misma, como si la península respirara con pausa, sin prisa, como una criatura marina que flota bajo el sol sin intención de llegar a ninguna parte. Hoy fue uno de esos días.


Caminé por la orilla del Estero de San José cuando la marea estaba baja. Todo estaba expuesto: raíces, basuras, huesos de lo que fue. El agua se había retirado como un velo discreto, dejando al descubierto no solo la vida diminuta del barro, sino también algo más profundo. Una verdad que duele mirar.


El rumor del agua que espera no es un silencio, sino una advertencia. Como si el mar nos dijera: "Esto que ves ahora, siempre estuvo aquí. Tú solo mirabas cuando brillaba".


Un pescador me detuvo. “Cuando la marea baja, el estero habla”, me dijo, sin soltar la red que cargaba. “Es cuando el agua se va, que la tierra dice quiénes somos”.


Miré a mi alrededor: botellas rotas, chanclas extraviadas, bolsas atrapadas en las raíces de los mangles. Pero también caracoles diminutos sobreviviendo entre las grietas, cangrejos asomando con recelo, aves que picoteaban el lodo buscando vida.


El estero no solo hablaba, lloraba. Y como siempre, lo hacía bajito, con ese susurro que nadie quiere oír.


Pensé entonces en nosotros, los que venimos aquí buscando calma, sol, belleza. Qué fácil es amar este lugar cuando el mar está en plenitud. Pero, ¿qué tanto lo amamos cuando se repliega, cuando nos muestra sus heridas?


El rumor del agua que espera es también el rumor de un futuro que aún puede escribirse. Todavía hay tiempo. Para limpiar, para escuchar, para sostener. Para no dejarle todo el peso a la marea siguiente.


Hoy el estero me enseñó que no hay belleza sin verdad. Y que en cada marea baja hay una invitación: mirar con ojos más hondos, caminar sin prisa, escuchar lo que el agua tiene que decirnos antes de que vuelva a subir.



— Sebastián del Mar

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