"El calor también es memoria"
- Sebastián Del Mar
- 4 jul
- 2 Min. de lectura
Quizá por eso tantos recuerdos están hechos de calor. Porque cuando todo se desacelera, lo que sentimos se queda más tiempo con nosotros.

El termómetro marcaba 38 grados a la sombra, pero en realidad no hacía falta mirar ningún número: el calor estaba en todas partes. En la lentitud con que la gente caminaba. En la forma en que la luz se deshacía sobre el pavimento. En el silencio espeso del mediodía.
Salí de casa más por testarudez que por necesidad. Quería sentir el calor completo, sin filtros, como si algo dentro de mí necesitara fundirse un poco. Hay momentos en los que el cuerpo pide exponerse, no para castigarse, sino para recordarse vivo.
En el malecón, una pareja mayor compartía una raspado de tamarindo. Cada quien tomaba turnos con la cuchara. No hablaban. No hacía falta. El calor también une, pensé. Nos iguala, nos regresa a lo básico: la sombra, el agua, la piel.
Una niña le preguntó a su madre por qué el sol “estaba tan enojado hoy”. Me pareció una forma muy exacta de describirlo.
Aunque más que enojo, era insistencia. El sol quería que lo notáramos, que recordáramos su fuerza, su presencia absoluta.
En Baja California Sur, el calor no es sólo clima. Es un estado del alma. Cambia la forma en que nos relacionamos. Nos obliga a parar, a buscar cobijo, a hablar más lento. Y en esa pausa, surgen cosas que normalmente ignoramos: un saludo largo, una mirada, una historia contada con calma.
Quizá por eso tantos recuerdos están hechos de calor. Porque cuando todo se desacelera, lo que sentimos se queda más tiempo con nosotros.
Hoy, mientras la ciudad parecía derretirse, yo pensaba: este calor no es castigo. Es un recordatorio. De que estamos aquí. De que aún sentimos.
— Sebastián del Mar
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